A mí me encanta el juego en todas sus variantes. Algunos me llaman enfermo, otros ludópata, y otros... Bueno, me da igual, porque sé cuál es mi presupuesto para jugar y no paso de ahí. Y si no tengo, no juego. Esto es importante.
A lo que voy, sin embargo, es que, si bien en los juegos de casino el cerebro no debe trabajar demasiado (sobre todo en algunos como las tragaperras), en el poker, sí. Y uno debe estudiar muchas cosas, eso significa mirar la mesa mientras juegas, aunque hayas tirado tu mano, y observar y analizar los movimientos de los rivales.
Ése es mi gran error, porque prácticamente nunca lo hago así. ¿Por qué? Pues porque el tiempo que dedico al juego no es demasiado al cabo del día, así que lo exprimo todo lo que puedo.
La gran mayoría de ocasiones, cuando llego del trabajo, abro, en primer lugar, alguna de mis salas de poker favoritas, por ejemplo, Bwin, miro un poco, elijo la(s) mesa(s) en la(s) que voy a jugar, me siento, me preparo, me enciendo un cigarrillo, abro una lata de cerveza...
Cuando empiezan a pasar manos, es cuando me da, casi sin querer, por mirar la lista de casinos que tengo descargados en mi ordenador y elegir uno. A veces al azar, otras veces porque me apetece jugar en uno determinado.
Cuando acabe de escribir esto, me abriré Prime Casino, que, gracias a que tiene los juegos de Microgaming, ofrece alguno de los botes progresivos más grandes de internet en sus tragaperras.
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